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martes, 11 de junio de 2013

Roxana


Roxana sale de su casa se sube a la bicicleta y atraviesa la calle. Cuando llega a la esquina ve a una vecina pegándole con una varilla de fibra a su hija. La nena llora a los gritos, tiene las piernas y la espalda desnudas, está llena de surcos de sangre. Roxana se baja de la bicicleta. Siente asco.
-  ¿Qué te pasó?- le grita a la madre. La conoce porque los maridos de ambas son amigos.
Perdió la plata esta hija de puta- la hija de puta tiene 4 años y su mamá la está reventando a varillasos porque perdió los cien pesos que le dieron para ir a comprar pan.
- La hija de puta sos vos. Por andar encamada con el macho mandaste a la criatura- Roxana siente como la bronca le sube del estómago a la cabeza.  No es la primera vez que ve esa escena. A ella su mamá la maltrató hasta que decidió irse de la casa. Pero ese día se quería sacar el asco que le daban todas – Dejá de estar encamada con tu macho y atendé la casa y a tus hijos. Si tu marido está trabajando para darte de comer a vos... jodete si tu hija te perdió la plata.
- ¿Y vos que te metés?
No fue una pelea limpia: la otra se tiró al piso tratando de evitar los golpes, pero no respondió. Esa tarde Roxana hizo justicia. Por todos esos nenes que fueron víctimas de sus madres, por ella y sus propias cicatrices.
- Así como vos le pagaste a tu hija yo te tengo que dar a vos, pero no te voy a dar con eso-  le saca la varilla que todavía tenía en la mano y la tira para atrás por encima del hombro-  te voy a dar con la mano hija de puta. Te voy a matar.
La levantó en el aire y la tiró contra la pared tantas veces que le dislocó el hombro. Le arrancó de la boca dos dientes y le dejó el ojo izquierdo en compota. En el barrio, hasta el día de hoy, la mayoría cree que la agarró una patota. 

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