Cuando estudiaba para el primer y último final que di
para convertirme en Licenciada tuve una revelación. O mejor dicho, Jean Paul
Sartre tuvo una revelación y yo me topé
con ella castigando a mis neuronas con filosofía. Para Sartre no existe absolutamente nada que nos
determine. Las personas no tenemos condiciones biológicas, culturales,
sociales, o históricas que nos definan. Somos lo que hemos decidido ser. Porque
para este señor de mirada extraviada el hombre es libertad. Hasta acá estaba
entretenida, pero no me convencía. Después el filósofo explica que hay tres
consecuencias con las que debemos lidiar por el hecho de ser la expresión
máxima de la libertad: la angustia, el desamparo y la desesperación.
Nada prometedor.
La angustia es la más importante. Sartre diferencia
angustia de miedo. El miedo nos surge ante un peligro concreto y nos provoca la
sensación de que algo nos puede hacer daño. La angustia no. No aparece por motivos concretos, no es
provocada por algo externo. La angustia es el miedo a uno mismo. Es el pánico
que nos provoca decidir y las consecuencias de esas decisiones. En resumen,
cuando nos damos cuenta de que somos libres, nos angustiamos.
Listo. Ahí fue cuando me convenció. Durante meses me
sentí al borde de la desesperación porque no tenía idea de qué hacer con mi
futuro. A un paso de recibirme de Licenciada, me atormentaba la
misma pregunta ¿y ahora qué? Y más
preguntas ¿Qué se supone que haga?, ¿Me quedo acá o me vuelvo a mi pueblo? ¿Y
si no consigo trabajo? ¿Y si consigo, pero no es de lo mío, de lo que estudié,
de lo que me apasiona? ¿Y si consigo de lo que me apasiona y no soy buena? Pensar
con miedo. Pensar por miedo.
Y ahora qué. No sé. ¿Soy la persona que quisiera ser, que
pensaba ser, que podría ser? Cada decisión, cada acción, cada omisión me va a
convertir en alguien que un día va a mirar para atrás y puede pensar: “bien, lo
hiciste bien”… o no.
Angustia.
Sartre seguía: La angustia aparece al sentirnos
responsables radicales de nuestra propia existencia. Cuando entendemos que
somos libres tenemos que asumir que lo
que somos y lo que vamos a ser depende sólo de nosotros mismos. No hay excusas,
no hay culpables. El éxito o el fracaso son nuestra responsabilidad. Atrás
quedaron los tiempos en los que mamá decidía por mí que fuera a la escuela, que volviera a casa
antes de las 12, que ayudara a limpiar los sábados. Atrás quedaron mis imploraciones por irme a
estudiar, a vivir sola, por ser libre. Atrás
quedó todo eso y un cartel luminoso me grita en la cara ¿Y ahora qué?
Quiero ser una persona extraordinaria y todos los días
vivo ordinariamente. Cada día me atormenta la pregunta de si estaré haciendo lo
necesario ¿Estoy corriendo atrás de mis sueños y ambiciones o estoy parada en
una esquina mirando para todos lados, asustada, paralizada? Tengo 25 años y me sobreviene la sensación de estar desperdiciando
cada día de mi vida. Desechando con desprecio cada segundo en el que se supone
debería estar convirtiéndome en alguien…
¿en aquello que debería ser? Después de todo Messi a los 22 años era el mejor
jugador del mundo.
Jean Paul Sartre diagnosticaba también el desamparo.
Cuando decidimos, decidimos solos con nuestra alma. No hay forma de escapar.
Tenemos que elegir, siempre. Incluso abstenernos es una decisión. Nadie nos
puede rescatar y hacerlo por nosotros. No cabe refugiarse en la excusa de la
fuerza de una pasión, o de la presión de una circunstancia o de la autoridad. Somos libres, estamos condenados.
Muchas veces discutí con “adultos” de la generación
que nos precede sobre los desafíos de ser los jóvenes del nuevo milenio. La
mayoría tiene otra visión. Desde su punto de vista somos privilegiados, tenemos
un mundo servido en bandeja en el que podemos decidir qué, cómo, dónde
estudiar. Podemos elegir nuestro futuro de una forma que su generación nunca
pudo. Y ahí está la trampa. Elegir.
Suena a “te quejás de llena”. Pero cada vez que hablo
con alguien de mi edad escuchó los mismos relatos repetidos, las mismas
angustias. Para la generación de mi mamá el futuro traía consigo algunas certezas:
no podés irte a vivir solo si no te casás, no podés ir a estudiar a la
universidad, vas a trabajar de lo primero que consigas. A mi edad mi mamá
trabajaba en la empresa en la que ya lleva casi treinta años, estaba
divorciada, y criaba sola a su hija. Cuando
elegimos, lo hacemos con las historias de nuestros padres a cuestas, con sus
expectativas y sus sueños hechos realidad en nosotros. Cargamos en nuestra espalda con la
responsabilidad de contar con todas los privilegios para elegir bien. ¿Y si
elegimos mal?
Por último, Sartre sentencia que la libertad es desesperación. Sí o sí debemos comprometernos con algo, debemos elegir
nuestro ser y nos puede ir mal. Las cosas no nos salen por el simple hecho de
habernos propuesto hacerlas. Sólo contamos con lo que depende de nuestra
voluntad, pero el mundo no necesariamente se acomoda a nuestros deseos. Puede
fallar.
El 31 de diciembre del 2012 hice un balance sobre el
año que pasaba y las expectativas para este 2013. Me preguntaba que podía sacar
en limpio de tantas preguntas, miedos y expectativas: “Fue un buen año. En el 2012 pasaron cosas,
muchísimas cosas y que las cosas sucedan es lo que uno espera.”
Una vida, la vida, son tantas cosas. El lugar, los
sueños, el amor, los proyectos, los amigos, la familia. Cambian con el tiempo,
cambian conmigo. Por ahí la pregunta no es ¿en dónde tengo que estar? o ¿quién
quiero ser? La pregunta es ¿cómo? Construir, apostar, aguantar, desear, hacer,
aprender, disfrutar, confiar.
También hice suposiciones sobre este año, que esa noche cuando me senté a monologar conmigo misma recién empezaba, y puse algo que me sigue dando vueltas como una predicción: “Se lo que espero pero confío en todo lo que no espero.” El tiempo me demostró que a veces las elecciones no funcionan como una cuenta matemática: elijo blanco y tengo blanco. Nuestra voluntad debe estar enfocada, debemos saber qué es lo que queremos y arrojarnos al mundo en esa dirección y las cosas suceden. No como planeamos, pero a veces lo que no planeamos es mucho mejor.
Walt Whitman dice en uno de sus poemas “disfruta del
pánico que te provoca tener la vida por delante”. Lo estoy intentando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario